Equilibrio entre la energía femenina y masculina.
Hoy en día la mayoría de los percusionistas son hombres pero varias investigaciones muestran que en las civilizaciones antiguas, las percusiones y la danza eran actividades reservadas a las mujeres sacerdotisas que invocaban la energía divina femenina y la transmitían a la comunidad.
“El tambor era un instrumento femenino cuya forma evocaba el círculo de la tierra y el útero, el ciclo de las estaciones, la luna y la mujer; la voz del tambor era la de la tierra, el latido de la vida en el vientre materno y el oculto poder de la vida dentro del mundo palpable.
Tocar el tambor implicaba invocar a la madre oscura, la Bruja, la oculta fuente de vida que toda mujer lleva dentro, y el compás marcaba el constante ritmo de la vida, la luna y el ciclo menstrual femenino...Como sucede con la danza, el hecho de tocar el tambor puede hacer desaparecer las restricciones del intelecto y despertar la conciencia del mundo interior, pues este instrumento se transforma en una forma de expresión de las energías creativas y en un nexo con el mundo interior. Extracto del libro “Luna roja” de Miranda Grey.
Dejando aparte la historia, lo que me parece interesante es el equilibrio entre las energías. La gran variedad de ritmos utilizados en la música oriental nos permite conectar tanto con el principio femenino cómo con el masculino.
El Maksum por ejemplo, es un ritmo relativamente rápido que transmite mucha energía, nos invita a realizar movimientos vigorosos, rápidos y precisos, a adoptar una actitud extrovertida, de acción, y a comunicar hacia fuera, estas cualidades son características del principio masculino.
En cambio, hay ritmos lentos y suaves cómo el Chiftetelli llamado también el ritmo del camello, que se presta a movimientos ondulatorios y suaves. La energía resultante es una energía densa y delicada a la vez, la comunicación dirigida hacia el interior y hacia una reconexión con nuestra intuición.
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